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¿Sabemos qué es realmente la gentrificación?

Hay muchas dudas sobre la palabra 'gentrificación'. ¿Dónde surge? ¿Qué abarca? Carolina Solís te explica.

Publicado el

Por: Carolina Hernández

Ciudad de México.- Si vives en estos lugares: CDMX, Saltillo, San Miguel de Allende, Oaxaca, Puerto Vallarta, Mazatlán, Mérida, Sayulita… seguro has escuchado mucho la palabra gentrificación.

Pero ¿sabemos qué es realmente la gentrificación? Primero te voy a contar qué NO ES.

Gentrificación no es caminar por las calles de tu ciudad y ver extranjeros paseando. Gentrificación no es si tu barrio se llenó de cafecitos wanabes y gente con perros en carriolas en los restaurantes (eso tiene otro nombre, pero las buenas costumbres no me permiten repetirlo en este espacio).

Gentrificación sí es cuando los precios de la vivienda y la comida aumentan en una zona, pero no tiene qué ver sólo con extranjeros que se van a vivir al lugar. Es mucho más complejo.Empecemos por el principio.

¿Cómo nació el término gentrificación?

En 1963, la socióloga británica Ruth Glass presentó un estudio sobre la ciudad de Londres en el que hablaba del “aburguesamiento” de distritos populares que habían sido profundamente transformados por la llegada de nuevos habitantes pertenecientes a las clases media y alta.

Ruth describió así ese proceso:

'Uno a uno, muchos de los barrios obreros de Londres han sido invadidos por las clases medias. Míseros, modestos pasajes y cottages –dos habitaciones en la planta alta y dos en la baja- han sido adquiridos, una vez que sus contratos de arrendamiento han expirado, y se han convertido en residencias elegantes y caras.

“Las casas victorianas más amplias, degradadas en un período anterior o reciente –que fueron usadas como casas de huéspedes o bien en régimen de ocupación múltiple- han sido mejoradas de nuevo. Una vez que este proceso comienza en un distrito continúa rápidamente hasta que todos o la mayoría de los originales inquilinos obreros son desalojados y el carácter social del distrito se transforma totalmente”.

En términos muy simples y básicos, gentrificación cuando grupos con mayor poder adquisitivo compran espacios en barrios populares, los pimpean y rehabilitan y los rentan a precios que son inaccesibles para quienes vivían ahí cuando no estaba pimpeado, por lo que prácticamente esas personas son expulsadas hacia la periferia.

Carla Escoffié, abogada y activista yucateca -a quien pueden encontrar en redes como @carlaescoffie- ha hablado mucho sobre este tema, precisando que definir qué es o no la gentrificación es una pregunta del debate académico en el urbanismo y en la sociología desde hace décadas.

Escoffié, quien es autora del libro País sin techo, señala la complejidad de entender que la gentrificación no es el único problema que tienen las ciudades y la vivienda, pero que por alguna razón la gente decidió utilizar ese concepto para hablar de todos los problemas que tienen qué ver con vivienda y su encarecimiento.

Búsquenla les va enseñar un montón.

Pero entonces ¿mi colonia se está gentrificando?

Algunos estudios señalan que la gentrificación requiere necesariamente la llegada física de personas con más baro a zonas de personas con menos baro; otros plantean que no, que con que llegue la inversión a esa zona ya es gentrificación.

El asunto es que una gentrificación se manifiesta en transformaciones que son no solo materiales, es decir, no nada más que arreglen las casas, que construyan nuevos edificios o que aumenten las áreas verdes; También se generan transformaciones sociales y culturales -o sea que se llena de gente que antes ni de chiste viviría o pasearía por la zona; y también suceden las transformaciones simbólicas, algo así como cuando propusieron cambiarle el nombre a Tepito en CDMX para ponerle Refoma Norte.

El antropólogo Vicente Moctezuma Mendoza, tiene un libro sobre el tema y en él habla de lo que llama el desvanecimiento de lo popular, es decir, cuando ciertas tradiciones o aspectos culturales se invisibilizan o se mercantilizan.

Vicente explica que la renovación de ciertos espacios, sobre todo en CDMX, estuvo relacionada a un discurso social y cultural que señalaba la necesidad de recuperación de esos lugares.

Sin embargo, lo que se hizo fue más bien con un objetivo meramente económico. Como dice Carla: Quienes metieron baro a esos espacios no estaban preocupados por recuperarlos para generar mejores opciones de vivienda, más bien estaban pensando en revalorizarlos para crear un plusvalor es decir, comprarlo en 5 y venderlo en 20.

Y eso, finalmente lo que provoca es el desahucio y la expulsión de los habitantes que ahí estaban, sus comunidades locales y las pequeñas y, a veces, históricas economías.

La tiendita pues de doña pelos, donde comprabas tu bolillo con crema y chiles jalapeños por 10 pesos y que ahora fue desplazada por un lugar que se llama “La Bolillería” en donde te venden un pan de masa madre sin gluten relleno con chiles jalapeños cultivados en tierra orgánica y bañado en crema vegana 100% artesanal sin preservantes artificiales.

Todo servido en un plato de peltre azul por un extrajero descalzo de cabello largo que huele a pachuli y se llama Fabio. Obvio, por 340 pesos. Los espacios gentrificados buscan “limpiarse” de cualquier imagen que no encaje con el objetivo del mercado inmobiliario y es entonces cuando comienzan los desplazamientos que se refuerzan por el aumento en los costos de vivir ahí.

A los vendedores ambulantes los desplazan, pero nadie regula que los restaurantes hipsters saquen sillas y macetas ocupando la banqueta y hasta la calle.

Una de las cosas bien complejas de la gentrificación es que no siempre es un desplazamiento físico, a veces, se trata de una expulsión social, como lo señala Ernesto López-Morales, investigador y profesor de la Universidad San Sebastián, Chile. Puede que no se les lleve a abandonar un espacio, pero hay un desarraigo de las actividades de su colonia a las de las que ya no se sienten parte.

Oiga profa, pero ¿hay gentrificación buena? Porque no está mal que se mejore la infraestructura, los servicios e, incluso, la seguridad en un área, ¿no? No, no está mal si se hiciera de la mano de políticas públicas que regulen el aumento de los precios del acceso a la vivienda, alimentos y productos indispensables.No estaría mal si no fueran los cárteles inmobiliarios quienes determinan el valor de un espacio, y no estaría mal si el Estado priorizara el bienestar de todos los sectores de la población, no solo el de los más adinerados.

Siguiente pregunta.

El problema principal con la gentrificación es la falta de una regulación de los mercados que permite que un específico sector pueda tener acceso a estas viviendas y zonas para vivir mientras que otro, sea completamente marginado.

Porque eso lo que provoca es un aumento en la desigualdad social y la desigualdad repercute en la esperanza de vida, impacta en el acceso a servicios básicos y puede coartar los derechos humanos y el acceso a la justicia.

En CDMX, por ejemplo, la gentrificación ha hecho que sea casi imposible conseguir un espacio para vivir en ciertas alcaldías.

En 2023, la Cuauhtémoc cerró como la localidad más cara para rentar una vivienda o departamento, pues de acuerdo con cifras del sitio inmobiliario Inmuebles24, el precio promedio de una renta en la demarcación fue de 22 mil 911 pesos mensuales, 36 por ciento más que los 16 mil 828 pesos que pagaba un inquilino en 2022.

En Saltillo, las rentas han aumentado en un 50 o 70 por ciento, incluso cuando las propiedades no están en condiciones adecuadas para justificar tales incrementos.

Y en Yucatán los complejos habitacionales que crecen a lo loco, sobre todo al norte de Mérida, representan ya una amenaza para las comunidades de mayoría indígena, que han sido exiliados poco a poco de sus espacios.

En 2017, Rodrigo Ordoñez publicó el análisis “Mérida: un centro histórico sin yucatecos”, en el que habla del desplazamiento de la población local.

Ahora, por supuesto que es importantísimo encontrar formas de mejorar las zonas urbanas que por años han estado olvidadas (ojo, que no deshabitadas), sin que esto signifique perjudicar a sus residentes originales.

Las ciudades son espacios vivos que se transforman con el tiempo y eso está bien.

Por supuesto que es necesario mejorar los espacios, crear áreas de convivencia y fomentar el turismo en las zonas en las que se vive prácticamente de esa actividad económica, pero no a costa del desplazamiento de la población nativa.

Y por ahora, no existen medidas claras para hacerlo.

Así que, una vez más, tendrá que ser la sociedad quienes nos organicemos para lograr la posibilidad de que todos los sectores de la población podamos disfrutar de la vivienda digna y los espacios lindos que por derecho nos corresponden.

Entonces, ¿tu barrio se está gentrificando?

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