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La taconera: El alma en pena que vaga por las calles del centro de Saltillo

La leyenda de la taconera sigue viva en las narraciones de los habitantes de Saltillo, pues en las noches más silenciosas, es posible oír el lejano sonido de unos tacones recorriendo las calles.

Por: Leslie Delgado

SALTILLO, Coahuila. En el Centro Histórico de Saltillo, Coahuila, una historia ha perdurado a través de los años, alimentada por el murmullo de los vecinos y el eco de unos pasos solitarios en la oscuridad de la noche. Esta es la leyenda de La Taconera, una mujer cuyo espíritu inquieto aún vaga por las calles empedradas, castigada por el peso de la culpa.

La historia de la taconera es una de aquellas que varía según quien la cuente. Sin embargo, todos los relatos coinciden en un punto: el apodo que marcó su destino.

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En la calle de Juárez...

 Esta mujer vivía en una modesta casa de la calle del Camposanto, hoy conocida como la calle Juárez, en una época en la que el silencio nocturno permitía que cualquier ruido resonara con fuerza. Durante el día, se le conocía por su devoción al cuidado de su madre, una anciana de más de 90 años, senil y enferma, que dependía por completo de su hija para subsistir.

Pero al caer la noche, la mujer cambiaba por completo. Dejaba su papel de hija abnegada y, engalanada con su mejor atuendo, salía de casa. Los vecinos, aunque no la veían, la identificaban por el inconfundible sonido de sus tacones resonando sobre las calles desiertas. Este sonido, firme y rítmico, fue lo que le dio el sobrenombre de la taconera. La rumorología popular sostenía que cada noche salía a encontrarse con un amante, dejando atrás las preocupaciones del día.

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Una mujer entre dos mundos

 Su vida transcurría entre estos dos mundos: el día dedicado al cuidado de su madre y la noche entregada al deseo y la pasión. Sin embargo, el destino, caprichoso y cruel, tenía otros planes para ella. Una noche, al regresar a su casa tras largas horas de ausencia, La Taconera fue recibida por un inquietante silencio. Preocupada, se apresuró a buscar a su madre, solo para encontrarla sin vida en su cama, su cuerpo ya frío, dejando en el aire la sensación de una muerte solitaria, sin nadie que la acompañara en sus últimos momentos.

La muerte de su madre golpeó a la taconera con una fuerza devastadora. La culpa y el remordimiento la consumieron, llevándola a enfermar de tristeza. No pasó mucho tiempo antes de que ella misma también falleciera, invadida por el dolor de haber abandonado a su madre en sus momentos finales.

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El sonido de sus tacones

 Pero la historia no termina con su muerte. Poco tiempo después, los vecinos comenzaron a escuchar nuevamente esos característicos pasos de tacones resonando por las calles en medio de la noche. Los curiosos que se atrevían a asomarse no veían a nadie, pero el eco de los tacones persistía, como un recordatorio de que el alma de la taconera aún caminaba entre ellos.

Desde entonces, se dice que su espíritu continúa recorriendo las calles del Centro Histórico de Saltillo, atado a una penitencia eterna. El sonido de sus tacones es un eco de su arrepentimiento, una búsqueda interminable de redención por haber dejado a su madre morir sola, mientras ella se dejaba llevar por la pasión de sus encuentros nocturnos.

Un eco de tiempos pasados, una advertencia de que la culpa puede trascender incluso la muerte.