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México

Los boleros son los psicólogos de la calle, el arte de limpiar y escuchar

Conoce a Luis Gabriel, un bolero cautivado por la distopía saltillense.

Luis Gabriel boleando una bota / Foto: Victor Martinez
Luis Gabriel boleando una bota / Foto: Victor Martinez

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Por: Víctor Martínez

SALTILLO, Coahuila. - Con más de un siglo de historia los boleros o limpiabotas tuvieron su época de auge en México durante épocas revolucionarias, alrededor de los años 30 y 40, cuando la ciudad de México se convirtió en sede migratoria para todas aquellas personas que provenían de fuera en busca de mejores oportunidades de trabajo, encontrando en la “boleada” un oficio tranquilo y bien remunerado en aquella época.

Bajo el contexto de la migración como fórmula para una vida mejor, hace 16 años llegó a la ciudad de Saltillo un bolero en busca de servir a la sociedad a través de sus habilidades con el calzado.

Originario de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, Luis Gabriel Charles Rodríguez arribó a la capital coahuilense en busca de una mejor calidad de vida, alejada de la violencia que vivía en la ciudad regia, durante aquellos años.

Con 35 años de experiencia, Don Luis inició boleando en las calles de a la edad de 13 años, cuando un compañero de la escuela secundaria lo invitó a acompañarlo, sin saber que ese día marcaría el inicio de su vocación con el calzado y las calles.

“La primera vez que yo bolee un calzado, yo no sabía que la tinta era inflamable, y que se me prende la bota”, entre risas y algo de nostalgia, Don Luis recordó la primera vez que boleó a una persona en la ciudad de Monterrey.

Luego de una basta carrera en las calles del norte, se logra percibir un semblante de sabiduría en la cara del señor Rodríguez, una experiencia notable que no surge de los libros, no se aprende en la escuela, sino una manera de pensar intuitiva, dada la relación con el ambiente callejero, así como su cercanía con los miles de personas que por ahí transitan todos los días.

“Estamos en el punto clave de la ciudad y pues aquí tenemos relación con alcohólicos, indigentes, prostitutas y pues la gente en sí, a veces te quiere platicar”, comentó Don Luis al platicar sobre la relación entre la calle y su oficio. 


El contacto humano es una cuestión innegable en una labor como la que desempeña un bolero, ya que en algunos momentos este tiene que fungir como una especie de psicólogo callejero, sirviendo a la sociedad no solo mediante su oficio, sino brindando un espacio tranquilo y seguro en el que un extraño escucha sin juzgar.

Este acto, por más simple que parezca, funge como válvula de escape para aquellas personas que se encuentren atravesando por problemas como la depresión o la ansiedad.

“Es un oficio que nos hace mantener la sencillez y la humildad, para que no se nos olvide donde Dios nos ha sacado” mencionó el bolero mientras hablaba de su cercanía con la gente.

Sin embargo, contrario a lo que se pudiera pensar en primera instancia, el señor Gabriel, menciona que el ambiente callejero es agradable, pues le gusta platicar con las personas, y asumir este papel de escucha silenciosa para quien lo necesita.

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La belleza de bolear en la calle

“La verdad no puedo pedirle nada a alguien que trabaje en otra cosa, de aquí me he sostenido, volvería a dedicarme a asear calzado, si tuviera la oportunidad de volver el tiempo atrás”. 

Percibiendo el oficio con sus altas y sus bajas, Luis Gabriel externa su pasión por bolear calzado como un trabajo común, sin anhelar o envidar nada de otras formas de ganarse la vida. 

“Debemos seguir con la tradición, cuando llegue hacía de 20 a 25 boleadas por día y hoy la demanda por la boleada ha bajado”, mencionó el señor Luis Gabriel, ante la baja demanda del servicio.

Es por ello que realizó una invitación a la población de Saltillo, para que acuda a limpiarse las botas y echarse una platicada con él.

“Vengan a bolearse tacaños, ya se ha perdido mucho la costumbre y hay mucho tenis, pero volvamos a los tiempos de antes”, mencionó el bolero, con el fin de mantener viva esta ocupación en las calles de Saltillo. 

Ante esta problemática se le cuestionó al bolero sobre su plan a futuro, a lo que contestó:

“Mi plan a futuro sería este, si Dios me diese fuerzas y vida para llegar a anciano me gustaría seguir haciendo este oficio, de plano si muero con el cepillo en la mano, me agradaría morir así”. 

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