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La leyenda de la Campana Castigada: el eco triste en el corazón de Saltillo

La leyenda de la Campana Castigada en Saltillo narra la trágica muerte de un acólito en el siglo XIX y el posterior castigo impuesto a la campaña de la Catadral de Saltillo.

Por: Claudia Almaraz

SALTILLO, Coahuila.- En el corazón de Saltillo, donde se ubica la Catedral de Santiago, una leyenda ha resonado en susurros durante generaciones: la Campana Castigada.

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Una tragedia llena de misterio

Esta historia, llena de misterio y tragedia, nos lleva a mediados del siglo XIX, cuando un joven acólito perdió la vida en un fatídico accidente en el campanario de esta iglesia.

Desde entonces, el silencio de la campana mayor ha dejado una marca imborrable en el templo y en la memoria de sus habitantes.

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Una tarde alrededor de 1850, el acólito, mientras acompañaba al campanero a la torre para tocar las campanas de un servicio vespertino, sufrió un trágico destino. Al moverse imprudentemente cerca de la campana mayor, recibió un fuerte golpe que lo dejó inconsciente y, lamentablemente, poco después perdió la vida.

Este trágico evento sacudió a la comunidad, y el párroco decidió castigar la campana por haber sido el instrumento de tal desgracia.

El castigo de la campana

Como castigo, la campana fue despojada de su badajo, condenada al silencio eterno. Durante muchos años, ninguna mano se atrevió a romper su mutismo. Sin embargo, se dice que un joven campanero, desconocido de la prohibición, intentó hacerla sonar nuevamente. El golpe que dio a la campana produjo un sonido tan triste y lastimero que muchos creen que es el alma del acólito fallecido quien llora desde el más allá a través del sonido.

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Un vestigio del pasado

Hoy en día, la campana permanece muda, suspendida en lo alto del campanario, un testimonio silencioso de aquel día trágico. Quienes visitan el lugar, aseguran sentir una atmósfera de melancolía, como si los ecos de aquel triste accidente aún resonaran en las paredes.

La leyenda de la Campana Castigada sigue viva en el imaginario de Saltillo. Cada vez que alguien la contempla, recuerda la tragedia de aquel acólito, y el silencio de la campana sigue siendo una advertencia para los que se acercan: algunos sonidos están destinados a permanecer ocultos para siempre.