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“Me tocó la profesión más bella del mundo”: Alejandra Rodríguez Salazar

La docencia, una vocación que transforma vidas.

Por: Claudia Almaraz

SALTILLO, Coahuila.- Para la Maestra Alejandra Rodríguez Salazar, la enseñanza es más que una profesión; es un privilegio que le permite moldear el futuro.“Guiar a pequeñas mentes hacia todo lo bueno del mundo es un honor”, afirma con convicción. Su misión es clara: formar no solo estudiantes, sino también ciudadanos comprometidos con una sociedad más justa y solidaria.

 

Rompiendo Barreras

 Con una especialidad en pedagogía, lenguaje y comunicación, la Maestra Rodríguez trabaja en Unidades de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER), donde atiende a niños con barreras para el aprendizaje. Estas barreras, que dificultan el acceso a la educación, son desafíos que enfrenta con determinación y profesionalismo. Su objetivo es brindar oportunidades a cada niño, sin importar las circunstancias.

 

“Atiendo niños con barreras para el aprendizaje, principalmente con problemas de atención, de lenguaje y comunicación, Autismo, discapacidad intelectual entre otros; orgullosamente soy maestra que para mí es más que una carrera, pues representa una oportunidad única para influir positivamente en las nuevas generaciones”.

Alejandra Rodríguez, 

Maestra.

  

Una tradición

 La vocación de la maestra Ale, se nutre de una tradición familiar de educadores. Siguiendo los pasos de sus padres, también maestros, encontró su pasión en el aula. Con 13 años de experiencia, sigue comprometida con su labor y con el impacto positivo que puede tener en la vida de sus alumnos.

 

Vengo de una familia de maestros egresados de la Normal Básica y de la Normal Superior y siempre me gustó el trabajo que desempeñaron mis papás y siguiendo sus pasos terminé enamorada de mi carrera”

Alejandra Rodríguez, 

Maestra.

 

En sus palabras, siendo una maestra especial, destacó que el mayor reto que enfrenta en su labor es la inclusión de niños con necesidades especiales en las aulas regulares, sin embargo, a pesar de los obstáculos, encuentra satisfacción en los pequeños logros diarios.

“Escuchar a los niños gritar “¡Maetaaaa!, ¿hoy me toca clase?” mientras camino por el patio es un recordatorio constante de mi propósito y alegría como maestra. Cada momento compartido con mis niños es una recompensa invaluable que alimenta mi pasión por la enseñanza.